domingo, 9 de maio de 2010

Para JAD, por causa dos...onimos...


Ele há cada gaguez metafísica!...

2 comentários:

  1. Só me fez lembrar a história que se conta da mulher do Carmona: ... "tanta noz".
    Obrigado

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  2. (...)
    ... subimos a una pequeña Zodiac con capacidad par seis personas y salimos al Pacifico a otear ballenas. (...) Navegamos durante cierto tiempo hasta colocarnos entre unos islotes; allí el encargado apagó el motor e nos quedamos quietos, mecidos como bebés por un mar manso. Era una mañana
    tibia y luminosa, los islotes brillaban de verdor en el horizonte y el silencio se posaba sobre nuestros hombros como un velo, magnificado por el lamido del agua contra la Zodiac o el pasajero chilido de una gaviota.Estuvimos as´, sin movernos y sin decir palabra, durante más de quince interminables minutos. Y, de pronto,sin ningún aviso, sucedió. Un estamoido aterrador agitó elmar a nuestro lado: era un chorro de agua, el chorro de una balle3na, poderosa, enorme, espumeante, una tromba que nos empapó y que hizo hervir el Pacífico a nuestro alrededor. Y el ruido, ese sonido increíble, ese bramido primordial, una respiración oceánica, el aliento del mundo . Esa sensación fue la primera: ensordecedora, cegadora; e inmediatamente después emergió la ballena.Era una hump-back, una corcovada, una de las más grandes; y empezó a salir a la superficie a nuestro mismo lado, apenas a dos metros de la borda, porque los cetáceos son seres curiosos, y quieren investigar a los extraños. Y así, primero emergió el morro, que enseguida volvió a meter debajo de agua.; y luego fue deslizandose todo lo demás, en una onda inmensa, en un colosal arco de carne sobre la superficie, carne y en un momento determinado pasó el ojo, un ojo redondo e inteligente que se clavó en nosotros, una mirada intensa desde el abismo; y después de ese ojo conmovedor aún seguió pasando mucha ballena, un musculoso muro erizado de crustáceos y de barbudas algas , y al final, cuando ya estábamos sin aliento ante la enormidad del animal, alzó en todo lo alto la gigantesca cola y la hundió con elegante lentitud en vertical; y en todo este desplazamiento de su tremendo cuerpo no lavantó ni la más pequeña ola, no produjo la menor salpicadura, no hizo ningún ruido más allá del suabe siseo de su carne monumental acariciando el agua,.Cuando desapareció, inmediatamente después de haberse sumergido, fue como si nunca hubiera estado.
    El peruano Julio Ramón Ribeyro dice que en ocasiones el escritor tiene la sensación de que se le han perdido sus mejores obras:(...)

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